domingo, 18 de octubre de 2015

Ganas

Hoy me he dado cuenta: sabes que algo te gusta cuando lo quieres hacer de nuevo. Y no te importa si se te da bien, o se te da mal. Y no te importa si vivirás de eso o pasarás hambre. Porque estás dispuesto a pagar todos los precios. Porque sabes que lo quieres hacer de nuevo, cueste lo que cueste.

Esto es muy parecido a la felicidad. Pero mi felicidad es pagana: No es un estado, es un proceso. No es un destino, es un viaje. No es el nirvana, es la inestabilidad.

Las ganas de mantenerte en equilibrio a pesar de la distancia con el suelo. Y a pesar de saber que la caída, antes o después, será tu única certeza.

martes, 21 de julio de 2015

¿Sueños, deseos o proyectos?

¿Tú qué tienes? ¿Sueños? Bienvenidos sean porque llenan nuestras noches de fantasías, permiten que nuestras vidas sean algo más que tristes números, cifras y realidades, pues no sólo de pan vive el hombre.

¿Deseos? ¡Vaya! Así que te atreves a soñar despierto. Eres muy atrevido. Lo que era una idea se ha convertido en una emoción que te atreves a sentir. Tal vez incluso llegue algún día en que te decidas a convertir tus deseos en…

¿Proyectos?  Ahora no basta con desearlo, con sentir la emoción. Ahora tendrás que dibujar los planos y reunir los materiales (reales, no soñados) que permitan ponerlos en pie. Si dices que tienes proyecto dices que tienes un plan y que estás decidido a ponerlo en marcha. No dices que será exitoso ni que tendrá el resultado que tú quieres, dices que lo piensas poner en marcha.

Empieza, pues.

jueves, 4 de junio de 2015

Huecos

De pronto te ves, años después, escuchando la misma canción que te hizo una vez soñar.  Pero ahora no te suena igual, le encuentras defectos que antes no veías. De pronto, te das cuenta de que ya no te gusta lo que una vez escribiste. Parece de otro, te dices.  Es extraño, como esas fotografías antiguas que muestran a un desconocido, y resulta que el desconocido eres tú.

A través de todo lo que lees y de lo que dejas de sentir se vislumbran espacios, grietas por las que se cuela la luz, como las rendijas de una persiana. Hora de despertarse.

Crecer es despedirse. De ropas que ya no te quedan, de direcciones y horarios, de los viejos amores que una vez fueron y hoy son recuerdo. Para seguir viviendo hay que morir un poco. A cada inspiración le sigue una exhalación. 

A veces no queda otra que coger aguja, tijeras e hilo, y tapar, cubrir aquello que aún somos con aquello que debemos ser. En el fondo, remendar. Algunos te dicen que esto es madurar, yo lo llamo tapar huecos.



viernes, 8 de mayo de 2015

La hora feliz

A veces lo único que me apetece es jugar. 

Estoy cansado de tomarme la vida tan en serio como viene en el prospecto. Estoy cansado de ser tan serio y responsable como se espera de mi. Sucede que a veces solo quiero jugar un rato. Experimentar ¿comprenden? sin tener que jugarme el todo por el todo todo el rato. Poder divertirme sin temer las consecuencias. Vivir intensamente inmolándome en el momento, sin importar el que dirán. Sin mañana y sin ayer. Sin pensar en el después.

No piensen que quiero ser niño. Aborrezco de mi infancia. Quiero ser quien soy. Pero sin tanta gravedad ¿comprenden? solo quiero jugar un rato, disfrutar trasgrediendo las normas: ser travieso, pero sin maldad.

Hay una hora feliz de la vida, en la que nada de lo que haces o dices te pasa factura. Luego hay otra en la que cualquier cosa que digas podrá ser utilizada en tu contra. Adivinen cual prefiero. Y en cual estoy.

A todos se nos debería permitir jugar un poco. Tiempo muerto. Seguro que entonces todos seríamos un poco más felices. Y más responsables. Por llevar la contraria.

viernes, 17 de abril de 2015

Sin respuestas

Dime qué te da miedo y te diré cómo eres. A mucha gente le da miedo no tener las respuestas, esa sensación de descontrol de no saber cómo responder ante cada cuestión que nos plantea la vida. Es un miedo muy comprensible y yo lo he padecido. Pero os voy a confesar un miedo que a mi personalmente me parece cualitativamente mayor: el de quedarte sin preguntas. El de ser incapaz de interrogar a la vida porque o bien te da miedo lo que pueda responderte o bien porque lo conoces demasiado bien.

La diferencia, creo, es que mientras el primero es un miedo natural que predispone al organismo a hacer acopio de energías para proceder a un contraataque o a una maniobra evasiva (tal es la función biológica del miedo), el segundo, el miedo a las preguntas, es un miedo que paraliza, que puede llevarte a enmudecer.

Hay momentos en la vida en los que uno no se puede permitir por más tiempo el quedarse sin preguntas: porque podría llegar el día de que puestos a preguntar por fin, no quedase ya nada ni nadie para responder.

Superemos el miedo, preguntemosle a la vida, la respuesta nunca puede ser tan mala... ¿verdad?