viernes, 17 de abril de 2015

Sin respuestas

Dime qué te da miedo y te diré cómo eres. A mucha gente le da miedo no tener las respuestas, esa sensación de descontrol de no saber cómo responder ante cada cuestión que nos plantea la vida. Es un miedo muy comprensible y yo lo he padecido. Pero os voy a confesar un miedo que a mi personalmente me parece cualitativamente mayor: el de quedarte sin preguntas. El de ser incapaz de interrogar a la vida porque o bien te da miedo lo que pueda responderte o bien porque lo conoces demasiado bien.

La diferencia, creo, es que mientras el primero es un miedo natural que predispone al organismo a hacer acopio de energías para proceder a un contraataque o a una maniobra evasiva (tal es la función biológica del miedo), el segundo, el miedo a las preguntas, es un miedo que paraliza, que puede llevarte a enmudecer.

Hay momentos en la vida en los que uno no se puede permitir por más tiempo el quedarse sin preguntas: porque podría llegar el día de que puestos a preguntar por fin, no quedase ya nada ni nadie para responder.

Superemos el miedo, preguntemosle a la vida, la respuesta nunca puede ser tan mala... ¿verdad?